José
David Tenorio.
El asesinato de cualquier persona es algo inaceptable, pero
cuando la víctima es alguien cercano a nosotros y los antecedente y las circunstancias del crimen
se conocen, es grande la conmoción; no
podemos calificarlo menos que acto infame y atroz.
Ahora que escribí sobre Enrique Colavizza recuerdo otro
compañero de primaria y bachillerato asesinado de una manera brutal por honesto
e incorruptible. Se trata de Jaime Quintero Cruz.
Su familia vivía en “la calle mocha” ( carrera 8ª entre
calles 6ª y 7ª). Muy cerca del colegio. Su padre era Jaime Quintero, periodista
que tenía una columna de opinión en el diario “El País” de Cali, que escribía
bajo el seudónimo de “Ariete” , sus más amigos le decían “El Pipón Quintero”. ( Por cierto que cuando mi padre le hizo
llegar una copia de mi tesis de grado, dedicó una columna a comentarla). El
hermano mayor (Hernán) también fue médico y falleció en un absurdo accidente de
tránsito en la vía a Jamundí.( Por su
cercanía al Colegio de San Luis Gonzaga la “calle mocha” fue escenario de las
peleas a puño limpio entre los muchachos : “nos vemos en la calle mocha…”, era
un desafío como si fueran a encontrarse duelistas)
En
1953, cuando iniciábamos el tercero de bachillerato, Jaime y yo compartimos un
acontecimiento que considero insólito : resulta que los Hermanos Maristas quisieron
rendirle un homenaje a dos ilustres egresados del colegio ( el capital de
aviación Mariano Ospina Navia y el médico Gabriel Velázquez Palau ) , que
acaban de ser nombrados como ministros en el comienzo del gobierno de Rojas
Pinilla (”Gurropin”) en presencia de
todos los de bachillerato, pero en lugar de realizar la ceremonia en la loma
nos concentraron en el edificio del centro ( donde hoy funciona la Asamblea
Departamental) , lugar más que conocido por los homenajeados puesto que allí
realizaron sus estudios y nos eligieron
a Jaime y a mí para darles la bienvenida. Fue de un día para otro y no nos
dieron instrucciones o indicaciones sobre el contenido de los discursos ni
revisaron previamente lo que hubiésemos escrito ( un auténtico riesgo no solo
por lo bisoños sino porque podríamos salir con cualquier barrabasada ) ; nadie
más intervino por el colegio, solo nosotros. Afortunadamente lo hicimos bien.
Yo organicé una alegoría con la frase ( casi un aforismo ) que las madres espartanas dirigían a sus hijos
cuando iban para la guerra :”Regresa con el escudo o sobre el escudo”. - ¿Por
qué eligieron a dos muchachitos de tercero y no a los mayores? ¿Quisieron
demostrar algo y consiguieron los
resultados esperados? Lo ignoro completamente. Un misterio.
Jaime realizó sus estudios de medicina en la Universidad
del Valle y luego se especializó en neumología, vinculándose como profesor de
la Facultad de Medicina de la misma universidad.
Jaime era un profesional muy acertado en sus diagnósticos y
como profesor fue muy apreciado por sus
alumnos aunque era bastante serio y poco dado a las bromas o a tratar de agraciarse
con alguien. Mantenía un ceño adusto.
Organizó su consultorio particular en una casa del sector
de San Fernando Viejo, próxima a la gran ceiba de la antigua hacienda de San
Fernando e inmediaciones del parquecito de Carulla. Y como práctica médica
innovativa montó un laboratorio para diagnóstico y tratamiento de alergias,
especialmente las respiratorias.
Cuando yo era el Administrador General del Hospital
Universitario del Valle “Evaristo García” tuve oportunidad de conocer ( pero de manera muy superficial y más bien
anecdótica ) una investigación que venía realizando sobre la capacidad de
resistencia física en esfuerzos continuados (
cuánto aguantaban las personas sometidas a las pruebas) mediante mediciones
en pruebas de esfuerzo. Incluía individuos de diversas edades, desde atletas a sujetos
sedentarios, que desempeñaran distintas actividades. Y entre esos grupos tan heterogéneos,
figuraron corteros de caña de azúcar que resultaron los vencedores absolutos. (
Me contó que buscando encontrar explicaciones a los resultados obtenidos
entre los corteros de caña,
estudiaron su entorno familiar y sus hábitos, especialmente los alimenticios y
hallaron que algunos tenían familias numerosas y con carencias alimenticias y
sin embargo el padre se veía sano y fuerte. Tratando de entender mejor
observaron que el padre recibía una alimentación más abundante por una razón
muy sencilla: siendo el que proveía el sustento de todos y el tipo de trabajo
que desempeñaba, necesitaban que conservara su energía pues de otra forma no
podría aportar para sostener la familia).
No sé si por voluntad propia o por imposición, Jaime
figuraba en la lista de peritos de la justicia, es decir, las personas que por
sus conocimientos podían colaborar con la administración de justicia emitiendo
dictámenes profesionales. Y en ejercicio de esa responsabilidad, encontró la muerte:
ya empezaba a sentirse en la ciudad el peso de las bandas criminales que luego
evolucionaron hasta transformarse en los nefastos carteles de las drogas. En
una redada la policía capturó a uno de los primeros capos que en complicidad
con sus guardianes ideó la manera de escaparse y lo que se les ocurrió fue
fingirse enfermo para que los hospitalizaran y allí emprender la fuga. Para
cumplir con el protocolo debían enviarlo a uno de los especialistas y dado el caso que “presentaba problemas pulmonares” debía ser un neumólogo y
así fue remitido al consultorio de Jaime.
Pese a los ruegos ( y luego amenazas) Jaime dictaminó
que no tenía ninguna dolencia para ser hospitalizado ,frustrando la planeada
fuga.
Ocho días después, cuando Jaime se encontraba en su
consultorio, el narco cumplió la amenaza: mandó un sicario que entró al fondo de la casa en donde Jaime
tenía su consultorio y lo asesinó.
La ciencia perdió un investigador, la facultad de medicina
un excelente profesor y su familia un amoroso padre máxime cuando una de sus
niñas era enferma.
NOTA
AL MARGEN.- No estoy seguro de que sea el mismo pero me
parece que el que mandó asesinar a Jaime fue acribillado por el DAS durante una
rocambolesca operación: el bandido se alojaba en Residencias Stein , ubicada la
casa que la familia Liscano había levantado en el
barrio Centenario de Cali . Hasta allí llegaron los agentes y cuando abrió la puerta sin más lo cosieron a balazos.
Más que la intención de detenerlo lo que
buscaban era robarlo pues el tipo era un esmeraldero que había traído una buena
cantidad de piedras para intercambiar
por coca. Lo insólito es que cuando lo
mataron estaba en ropa interior y le
vistieron colocándole una pijama y argumentaron que la muerte fue producto de la defensa ante
la reacción del sujeto : pero fue la cosa más burda ya que la pijama no
presentaba huellas de los impactos de bala….
Así , pues, se habría
cumplido uno de los postulados de la Ley de Talión.
UN CRIMEN ATROZ.
Remembranzas.
J.D.Tenorio.
Cali, Marzo 12 de
2019.
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